“La riqueza es como el agua salada; cuando más se bebe, más sed da”- Arthur Schopenhauer
Si tuvieras dinero suficiente para vivir ¿Seguirías haciendo lo mismo? ¿Conservarías tu trabajo, hogar, hábitos…? Posiblemente la respuesta sea “no”. Muchas veces sentimos la necesidad de seguir con nuestras dinámicas, aferrándonos al personaje que nos marcamos ser. Alguien nos dijo “Debes llegar a lo más alto” o “Debes tener una casa bonita y un coche caro”. Ese alguien nos importaba y, aunque vaya contra nuestros más profundos deseos, seguimos intentando satisfacer sus anhelos. Por eso, día a día, nos emperramos en conseguir el dinero suficiente trabajando para llegar a comprar lo que se supone que debemos comprar, o tener lo que nos hicieron creer que debíamos poseer.
Pero ¿Por qué nos cuesta tan poco seguir los pasos de otros? ¿Por qué nos cuesta tanto saber qué es lo que realmente queremos nosotros? Somos la especie más racional y, sin embargo, parecemos huir de plantearnos nuestros fines. Posiblemente el poco tiempo o el ruido constante (anuncios, presión social, cultura…) nos impiden muchas veces escucharnos a nosotros mismos. Pero entonces… puede que la vida que vivamos no vaya por el camino que deseamos.
“Un hombre que no se alimenta de sus sueños, envejece pronto” – William Shakespeare
Nacemos y somos alguien por hacer, aunque posiblemente tengamos más base de la que creemos. Pero pronto alguien empieza a mostrarnos el camino, a recomendarnos o directamente a ordenarnos hacia donde debemos ir. Y lo creemos, porqué ese alguien es importante. Después, otros vendrán y con sus caras o sus apoyos nos seguirán diciendo hacia donde queremos ir. Hablaremos, pero somos niños, nuestras palabras caen en saco roto: “el niño es un soñador” o “ya se le pasará” resonaran en nuestros oídos y calaran en lo más profundo. Y así, día tras día, año tras año, nuestro personaje se forma. Como si de una obra de teatro se tratara: el papel en la vida (el personaje) se antepone a nuestra auténtica personalidad, relegando nuestros sueños a un tercer plano.
Y un día descubres que has vivido como querían otros, que has soñado lo que otros soñaban y que sigues siendo lo que se espera de ti. Pero, ¿y tu? ¿Qué esperabas tu de ti mismo? Escogiste un camino con 17 años. ¿Sigues pensando lo mismo? Rodeado de lujos o de responsabilidades, con un día ajetreado donde el trabajo ocupa gran parte de tus horas, ves como una parte de ti sigue vacía. Ves como tu “yo” sigue esperando su turno para tomar el protagonismo en medio del escenario, mientras opiniones ajenas pasan por delante suyo, mientras sigues dando vida al personaje que interpretas.
Y seguirás haciendo la bola más grande. Opinarás sobre otros, abrirás los brazos a aquellos que siguen a tu personaje, te aferrarás a las ideas que siempre has seguido y criticarás aquellas que te contradicen. Tu personaje seguirá mandando y mandará sobre otros: es lo que se tiene que hacer. Mirarás con desconfianza personas diferentes en vez de abrazar otros puntos de vista que te harán más sabio. No verás tu arrogancia cuando te crees superior a culturas o religiones por disponer de menos dinero, aunque esto las lleve a un mejor autoconocimiento. Hasta que un día alguien pueda disociarte de tu personaje y hacerte ver tu persona: entonces empezarás a explorarte y ser más libre. Y entonces te darás cuenta que, posiblemente, tus propios padres te han formado en base a sus “personajes”.
“No es pobre el que tiene poco, sino el que mucho desea” – Séneca
Cada compra que hacemos lleva consigo algo de destrucción. Quitando la parte medioambiental, que también, poseer algo es ser esclavo de su posesión. Me explico con un ejemplo: A igualdad de ingresos dos personas deciden tener un coche. Uno compra un coche caro y el otro decide seguir con uno más barato ¿Quien es más esclavo de su coche? El primero podrá lucir ante miradas ajenas, tendrá mejores acabados o sensaciones más agradables de conducción. La publicidad lo hará sentir más “libre”. Sin embargo, cada mes deberá abonar con creces esas sensaciones pagando la mensualidad, pagará más mantenimiento en general y sufrirá cada vez que lo aparca en según que sitio. El segundo utilizará su coche como una herramienta y, aunque a nadie le guste que le rompan el coche, posiblemente no sufrirá ni la mitad en cada aparcamiento. Por otro lado, no habrá gastado ese dinero y dispondrá de él para otro fin.
Aunque la publicidad nos venda libertad o experiencias en cada compra, lo cierto es que posiblemente no necesitamos de su producto para tenerla. Podemos vivir mil experiencias con aquello que ya poseemos, pero debemos valorarlo y agradecer disponer de tantas cosas. Y claro, si estamos leyendo este blog posiblemente es porqué somos unos amantes de los viajes. En ese sentido, si buscamos dentro de cada uno de nosotros, posiblemente valoramos mucho más la sensación que nos aporta viajar que el que sentimos trasteando una joya cara. Es más, una joya cara posiblemente solo nos lleve problemas según que sitios visitemos.
Alguien nos dijo (o nos sigue diciendo) que destinemos ahorros a comprar cosas que en el fondo no nos hacen felices. Si en el fondo vives feliz viajando, olvídate del personaje que te mandan ser y disfruta de quién realmente eres. Vive con menos, agradece lo que tienes, compara menos y juega a ser tu. Recuerda: más aventuras, menos juguetes.