“El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce”- Eduard Thomas
Como un péndulo que oscila entre el futuro y el pasado y que a veces se encuentra en el presente, nuestra vida sucede. Somos animales que constantemente recordamos, que basamos nuestro conocimiento entre la experiencia anterior y la ansiedad hacia el futuro, mientras el presente transcurre sin freno.
Muchos expertos y filósofos tratan de recordarnos la importancia de vivir el presente, de centrarnos en los detalles del aquí y del ahora. Y, sin embargo, nuestros ojos no dejan de mirar hacia un pasado que conocemos y un futuro que nos depara muchas preguntas. Quizás demasiadas. Y olvidamos que vivimos sin poder predecir el futuro, que nunca lo hemos hecho ni nunca lo podremos hacer. Pero en vez de aceptarlo, nos refugiamos en lo conocido, en un pasado ya escrito que nos aporta esa falsa estabilidad de proyectar nuestro porvenir.
Podemos trabajar el presente, la vivencia de lo que está sucediendo ahora. Pero otra forma de mejorar nuestra mirada al pasado es hacerla más “vivida” desde el presente. Cuando cogemos un viejo álbum de fotos o repasamos una carpeta de fotografías digitales nuestra mente viaja automáticamente al pasado, tratando de recordar ese momento que quedo plasmado en bits para siempre. Cuando esa fotografía es de un viejo coche que tuvimos en su momento nos entra la curiosidad sobre en qué parte del mundo andará, si es que anda, o quien lo conducirá. Lo mismo pasa cuando vemos otros objetos. Pero cuando lo que observamos es una fotografía de viaje todo cambia: no pensamos en lo material, sino en el recuerdo de todo lo que hicimos en ese viaje, en lo que sucedió en esa escena o en como disfrutamos de ese momento.
Los viajes tienen un efecto extraño en nuestro pasado: los viajes que salieron mal se olvidan o se arreglan en nuestra memoria, quedando esa “mala experiencia” como una anécdota graciosa que siempre es recordada. Si el viaje salió bien, el recuerdo es eterno.
“Llegará un dia que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza” – Paul Géraldy
Viajar es vivir en presente, pero también es crear riqueza para el futuro, pues serán nuestros mejores recuerdos una vez nos encontremos sumidos de nuevo en rutinas o atados a un lugar sin poder viajar por alguna causa. Y si, hay muchas otras formas de crear esta misma riqueza que no sean viajar, pero sabemos que esta droga nos puede y, en el fondo, es una droga sana, que podemos tomar cuanta queramos y que no nos provoca ningún mal.
No podemos trabajar sobre el pasado ya creado, no podemos corregirlo ni podemos trastocarlo. Pero si que podemos trabajar sobre el presente, que mañana será pasado. En un llamamiento más hacia nuestra necesidad de explorar, de vivir, de tocar y de disfrutar, os animamos a viajar, descubrir y investigar, no solo los países más lejanos sino vuestro entorno más cercano, creando viajes que serán vuestro futuro tesoro. Tempus fugit.