Son solo cuatro calles, pero todas con su encanto
Tiempo medio de la actividad | 30 minutos |
Franja de tiempo ocupado | Medio día |
Tiempo aproximado desde Barcelona | 1:40 horas |
Ideal para: paseos familiares, restaurantes, pueblos con encanto |
Si nos encontramos en l’Empordà, pronto veremos que hay muchos pueblos con un encanto especial, de esos que sales de allí pensando “no me importaría quedarme a vivir aquí”. Sant Martí d’Empúries es uno de ellos.
Pegado al mar, en plena línea de costa y aprovechando un pequeño monte que lo protege con altura de esta, se alza el pueblo de no más de 40 habitantes censados. Pertenece al término municipal de l’Escala, de la que la separan escasos quilómetros que podemos recorrer andando en un agradable paseo por el camí de ronda, os lo contamos en este artículo concreto.




La localidad son cuatro calles, en el sentido más estricto posible. Una amplia plaza es el epicentro de estas calles y en ella encontraremos su edificio más famoso, la esglèsia de Sant Martí. Esta iglesia, de la cual se tiene noticia desde el año 894, no es la original. La que vemos hoy data de 1507, y su fachada casi sin ventanas y con la parte superior almenada nos hace pensar que, aparte de templo, también ejerció de edificio fuerte frente a invasiones. No en vano, el estar tan cerca del mar durante los siglos XVI-XVIII era especialmente peligrosos por las invasiones piratas.
Esa plaza, a parte de la iglesia, también es uno de los lugares con más encanto y vida, pues allí encontramos diversos restaurantes y bares. En verano ya os avisamos que suelen estar llenos. Allí también podremos ver el portal del antiguo castillo (siglos XIII-XIV), del cual solo se ve ese portal, una parte del muro y un ángulo de este.



Pero vamos un poco más allá y callejeamos un poco. Alrededor de la plaza encontraremos estrechas calles de piedra con casas decoradas con mucho gusto, incluso con bastante decoración floral si vamos por primavera, verano u otoño.
De las cosas que vemos, nos llama la atención dos cosas: una, que es una villa amurallada, la cual aún se conserva en buen estado. La otra, el jardí Victor Català.
Este pequeño jardín de planta rectangular, incluido dentro de la muralla, nos recuerda la importancia que tenía en el siglo XIX disponer de estos jardines “románticos”. Tras años de revolución industrial, los humanos quisieron recordar la importancia de la naturaleza desde el punto de vista de coleccionarla en un jardín privado, como este. Pero dejando a un lado la historia, lo que veremos en el jardín es principalmente algunas formas que evocan la Edad Media, así como un gran pozo de piedra.
Finalmente, otro edificio que nos gustó fue la Casa del Servei Forestal, una construcción modernista encarada al mar, en primera línea. Construida a inicios del siglo XX para dar cabida a los técnicos que reforestaron y trataron las dunas (que encontraremos haciendo el camino de ronda), hoy es un edificio cedido al ayuntamiento donde encontramos la sede del Centre Iberiagraeca.




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